El tejido empresarial en Cataluña y en España se ha ido forjando, en buena medida, en pequeños oficios, en la especialización y en la vocación de servicio. Oficios que han pasado de padres a hijos, de generación en generación, y que han acontecido empresas, algunas pequeñas, otras grandes multinacionales de referencia mundial.
Las familiares suponen de media un 88,8% de las empresas españolas y la mayoría comparten unas características diferenciales y una personalidad casi única dentro del mundo global de las empresas que explican su profundo arraigo en el tejido productivo. En este sentido, el sentimiento de pertenencia es, creo, uno de los valores más relevantes en la gestión de la empresa familiar. También lo son las progresivas especializaciones de las generaciones que van cogiendo el relevo, la necesidad de la excelencia en el producto y la vocación de servicio.
El sentimiento de pertenencia es uno de los valores más relevantes en la gestión de la empresa familiar
A lo largo de mi trayectoria he asesorado y tratado con numerosas empresas familiares de diversa tipología y sector y en su inmensa mayoría se caracterizan por la prudencia y el ahorro, por no gastar más de lo que ganan. Pero también destacan por su voluntad de reinvertir constantemente en mejorar procesos, de innovar e ir un paso por delante. El equilibrio inteligente es entre la austeridad -visto desde un punto de vista del no derroche- y la templanza -con la apuesta por la inversión necesaria, huyendo de estructuras superfluas que sólo aportan coste sin valor-.
La sucesión que acostumbra a tener lugar en este tipos de empresas acontece como hecho litúrgico, normalmente de progenitores a sucesores directos, pero también a otros familiares con algún grado de parentesco implicados en el negocio. Esta sucesión se hace aportando liderazgo, pero con la humildad de querer aprender, de querer mejorar y especializarse en los ámbitos que se desconocen, para cubrir las nuevas necesidades de las empresas y de su entorno cambiante.
Grifols: un caso paradigmático
Podemos encontrar muchos ejemplos de empresas familiares, la mayoría pymes, pero también muestras de empresas que son referencia en el mundo, como Grifols. Empezó como un laboratorio de análisis clínico, en 1909. En 1928, con la I Guerra Mundial, Grifols y Roig patentaron el primer instrumento para realizar las tan necesitadas transfusiones de sangre a distancia.
En los años 40, empezaron la especialización en la conservación del plasma, que dio lugar al primer banco de sangre y plasma privado en el Estado. Ya en la década de los 60, empezó la internacionalización de la empresa, hecho común en la empresa catalana, con la exportación de productos, talento y servicios. Grifols firmó con la empresa norteamericana Dade Reagents para poder comercializar sus productos en España, con la marca Dade-Grifols. El crecimiento de la compañía fue exponencial e imparable. En los años 70, Grifols abrió una planta productiva en Parets del Vallès por el fraccionamiento del plasma y la instrumentación científica.
La empresa familiar catalana es esencial dentro de nuestro modelo y tiene que tener un puesto fijo en el mercado globalizado
La expansión del negocio, la especialización y el liderazgo en el sector llevaron a Grifols a cotizar en bolsa a partir de 2006, y posteriormente, en 2011 en el Nasdaq. En 2016 se produjo un nuevo relevo generacional, de padre a hijo, como consejero delegado de la compañía. Por supuesto que no todo ha sido un camino de rosas, pero es bien claro que la capacidad de reinversión y la visión estratégica han sido capitales en este modelo de éxito empresarial de la empresa familiar.
Es un caso. Hay muchos otros. De lo que no cabe más duda es que la empresa familiar catalana es esencial dentro de nuestro modelo y tiene que tener un lugar fijo en el mercado globalizado en que vivimos porque su aportación al sistema continúa siendo primordial.