Son tiempos de cambios e incertidumbre generalizados y el sector de las finanzas no se queda al margen. Más bien al contrario, estamos en plena evolución, con cambios constantes e inciertos. En este contexto destacan las fusiones bancarias que se materializan (como Bankia y CaixaBank), las que se anuncian y no se hacen (como la del Sabadell y BBVA) o las que se especulan (como la integración del Sabadell en un grupo financiero, la compra de KutxaBank, el abanico de filiales…).
Todos estos movimientos de los grandes vienen forzados por la necesidad de concentrar un negocio, en el cual, admitámoslo, es cada vez más difícil ganar dinero. En un escenario de tipos negativos donde los márgenes se recortan cada vez más, donde el cliente es cada vez más exigente, tiene mejor formación financiera, acceso a esta información, sabe más lo que quiere y se adapta bastante rápido a un entorno cambiante, estos grandes dinosaurios siguen con estructuras muy pesadas, sobredimensionadas y con la competencia tecnológica pisándole los talones.
En mi opinión, estas concentraciones no vienen motivadas por liderazgo, sinergias o negocio de presente y de futuro. Lo hacen para adelgazar estructuras y personal, para cerrar centros de negocio, para cumplir con los requisitos de capitalización y para posicionarse en el liderazgo por volumen de activos bajo gestión de la entidad que acabe resultando.
Veo una voluntad de crecer sin criterio empresarial más allá de salvar el «match ball», con una falta de estrategia a medio y largo plazo que da vértigo. Y ya se sabe que no hay nada peor que el crecimiento sin plan. Porque el escenario que se dibuja es de menos competencia, más presión al cliente, menos alternativas y un claro monopolio bancario. Por lo tanto, una mala noticia para el cliente / ahorrador. Quien más sufrirá será el cliente empresa al tener que concentrar los riesgos (crédito) en menos entidades, y por lo tanto, la entidad resultante para minimizar riesgos reducirá las líneas de crédito proporcionalmente.
«Los grandes dinosaurios siguen con estructuras muy pesadas, sobredimensionadas y con la competencia tecnológica pisándole los talones»
Ante este panorama se prevé que aumente la necesidad del asesor independiente: el experto que no pertenece a ninguna entidad financiera, que no viste ninguna camiseta determinada, que escoge depositario únicamente en relación al beneficio para su cliente. Se acerca más a la figura del artesano o del sastre a medida, que individualiza (pero de verdad) las necesidades de cada cliente, ya sea individuo, familia o empresa.
Es un momento de oportunidad para la industria de la gestión, en que los bancos pasarán a preocuparse de ser depositarios solventes y eficientes y los asesores se tendrán que hacer cargo del resto. Cómo en los países anglosajones, con el asesoramiento y finanzas, la gestión independiente está más extendida y ofrece una servicios que se pagan a precios mucho más caros que aquí. En Catalunya, donde el perfil de inversor es bastante conservador y prudente, es un buen momento para las entidades independientes de crecer y demostrarle a los clientes que no nos sentamos al otro lado de la mesa, sino que nos sentamos al lado y que sólo si ganan ellos, ganamos nosotros.