JFK y las personas sin miedo

2018
30 agosto
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Permitidme tomarlo como ejemplo. Su figura, su imagen y su historia, son el mejor reflejo de lo que os quiero contar.

En la vida hay dos clases de personas, tildarme de reducionista, es cierto, estoy en un proceso simplista de mi vida, como dice un buen amigo, un proceso de intentar desaprender lo que sobra, lo que es accesorio, lo que no cuenta.

Siguiendo con lo que os comentaba, existen dos clases de personas; las que viven y las que “vigilan” a las que viven. Sin más. Intento explicarme basándome en quien da título al escrito. Kennedy, representa el llegado por error, con el que nadie contaba, ni el “status quo”, ni la prensa, ni el poder. Llegó sin favores que devolver, sin deudas que pagar, con la mirada limpia, con la libertad del que dice lo que siente, que resulta a la postre, el peor enemigo del poder establecido.

Lo cierto es que es un personaje que me asombra, siento un gran respeto y admiración, y aunque revise por enésima vez alguno de sus discursos o escritos, siempre aprendo algo nuevo, un nuevo detalle, alguna frase , alguna mirada…

Y es que llegó con una arrebatadora frescura a un panorama político adormecido por la cicuta de la guerra, empobrecido y hastiado de líderes sometidos a la causa de los lobbies. Una sociedad castigada por la muerte de sus jóvenes, impregnada de odio y tristeza, y contaminada de un racismo acuciante.

Cierto aire descarado desprendía Kennedy en sus apariciones, en su mirada desprendía las ganas y el impulso de un joven decidido a cambiar el mundo, impaciente por verse capaz de conseguirlo. Enérgico en su discurso, que era claro, limpio, salido del alma y de un talento incontestable. Encontraba de inmediato la complicidad del interlocutor, fuera uno o fueran miles. Pero lo mejor de Kennedy ( que acabó por ser lo peor) era, a mi entender, su ingenuidad por pensar que nadie nunca cruzaría ciertos límites, que la mezquindad humana no podía ser tal. Dicho de otro modo, era un hombre sin miedo, que se comía la vida a bocados, que derribaba rivales con un discurso verdadero, sin más causa que aportar luz y esperanza a una sociedad en coma, sin salida, sin presente y sin futuro.

Kennedy sostenía que si tenía al País de su lado, no debía temer por el poder, por los que vigilan. El seguía replegando tropas, castigando el racismo, apoyando las causas civiles. No era propaganda, no eran panfletos, iba a hacerlo, lo estaba haciendo. Kennedy estaba dispuesto a cambiar el mundo.

Mientras los lobbies, los que vigilan, reducían sus ingresos, reducían sus ganancias y el temor de perder su posición iba in crescendo, en paralelo Kennedy crecía en apoyos. Y no sólo era apoyo, no sólo era respeto. Era la mejor de las armas de destrucción masiva que existe, era amor. Kennedy era amado por la mayoría de sus conciudadanos, aquellos que cuentan, aquellos que cuentan de verdad. No hay peor arma para el enemigo, que el amor de las personas.

Los que vigilan, los Nixon, los que todos conocemos. Los tenemos en nuestra vida diaria, con nombres anónimos, mediocres, agónicos, envidiosos, temibles,peligrosos.

Los Nixon obtuvieron una victoria, deleznable, asquerosa. Pero yo, igual que tú, recuerdo a Kennedy y su sonrisa cautivadora, de principios universales y actitud descarada. Al final Kennedy ganó en la batalla de la historia, de los que viven, de los que no tienen miedo, aunque la factura fue demasiado alta. En eso estoy de acuerdo.

No desestiméis nunca a los que vigilan, aprendamos de la ingenuidad de Kennedy, por que ellos seguirán intentando salvar su mediocridad con vuestro fracaso, como si de un antídoto se tratara. Pero no dejéis que eso os adormezca, ni que os atemorice. Ellos siempre estarán ahí, al acecho de vuestro error o equivocación, pero utilizar la mejor de las armas, el amor de los que nos importan, nos hará invencibles.

¡Feliz nuevo curso de sueños por vivir!

2018
30 agosto
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