De estos últimos días hay un dato que no quería dejar pasar por alto. Un dato positivo, que me alegra y me reconforta a partes iguales. Según el Barómetro especial de mayo publicado por el Consejo de Investigaciones Científicas (CIS), las tiendas de barrio fueron las únicas que ganaron clientes en el confinamiento.
La encuesta, que pretendía radiografiar el consumo de los españoles durante el confinamiento, constató que solamente el formato de pequeñas tiendas de cercanía ganó clientes: casi el 20% (un 18,8) de los españoles compró en ellas frente a un 12,3% que lo hacía habitualmente antes del estado de alarma.
Motivados por una situación crítica, sí. Pero la frutería, la carnicería, el colmado o la pescadería de al lado de casa nos han permitido redescubrir un hábito que algunos teníamos olvidado o perdido, y sobre todo que nos reencontremos con las personas que hay detrás del mostrador. Profesionales, dedicados en cuerpo y alma a su negocio. Personas que llevan sufriendo por la perdurabilidad de su tienda hace tiempo, y que han visto que el Covid-19, a pesar de todo, les ha dado un poco de alas, aunque solo sea eso, un poco.
Menos 50 pequeños comercios/día
Porque hace años que el pequeño comercio agoniza: 55.000 tiendas cerradas en cinco años. En el año 2014 había en España unos 616.000 pequeños comercios, que empleaban a 945.000 personas. Ahora apenas hay 560.000 establecimientos de este tipo, con menos de 885.000 ocupados. Y, según muestran los datos, sigue la sangría: de media, entre enero y septiembre del año pasado, en España se cerraron unos 50 pequeños comercios cada día.
Son muchos los dueños y dueñas de panaderías, fruterías y carnicerías que admiten no haber tenido tantos clientes como estos días desde hacía tiempo. Si bien contaban con una parroquia fiel, lo cierto es que otros los han ‘descubierto’ ahora. Si esto perdura, esta pequeña victoria puede servir de palanca para que esos comercios tomen impulso. Para que activen su presencia online por ejemplo (según el mismo barómetro del CIS, el 1,6% se ha estrenado en esta modalidad durante la crisis Covid; entre aquellos que ya usaban internet incrementó la frecuencia de uso un 23,3% y todavía hay un 36,5% que parece no querer entrar en el mundo online). A lo mejor a algunos comercios les suena grande el e-commerce o el hacer una web. No obstante, luchan por estar conectados con sus públicos, estar más cerca todavía de lo que ya están en metros o kilómetros y poniendo lo que pueden de su parte para ofrecer el mejor servicio: ¿a quién sino le podemos enviar un whatsapp, con nombre y apellido, y que nos prepare la fruta, la carne o el pescado tal como nos gusta, y que la podamos pasar a buscar y encontrarla preparada?
El valor de la proximidad
Ese trato sin demasiados algoritmos de por medio, eso tiene un valor añadido que creo que debemos no solo cultivar, también preservar. Igual como intentamos hacer en nuestro oficio de asesoría financiera personalizada, que no se basa en patrones, se basa en cada persona, en cada interés, cada anhelo, cada situación con un trato continuado y de confianza.
El pequeño comercio ayuda a dinamizar la economía local, ofrece un trato cercano y personal, contribuye a humanizar las ciudades, tiende a ser más sostenible, fortalece los lazos de la comunidad… Son bondades muy importantes para todos/as, a las que hay que añadirle la experiencia del consumidor, que busca una relación que va más allá de ser una mera transacción, sino que tiene al hecho de que te llamen por tu nombre. Cuando un pequeño negocio así cierra cuesta mucho volver a abrirlo y por eso el apoyo a los autónomos en este sentido debería ser prioritario. Los valores que nos aporta son muchos, y espero que sigan cotizando al alza.