Durante estos últimos días, hemos leído diversos artículos en relación a los dos mandatos del Presidente Obama. La intención del presente, es referirme más a la parte intangible de su legado
Lo que se refiere a la piel, a la que desprende la gente en la que vale la pena confiar, en la que vale la pena depositar esperanza, la que nunca falla, la que se deja la piel en el intento. Siempre, sin excusas, sin peros, sin mañanas.
Me permito saltarme la parte empírica, esa la dejo para analistas políticos de alto rango, y reputada trayectoria, aquí quiero hablaros de la ilusión que sentí por alguien que quiso cambiar el Mundo.
Recuerdo su enfrentamiento con Clinton por la candidatura demócrata camino de la Casa Blanca. Recuerdo la mezquina intensidad con la que la aspirante Clinton se mofaba sarcásticamente de los discursos idealistas de Obama, los que hablaban de la responsabilidad de cambiar el Mundo, y que dependía de nosotros dejar a nuestros hijos una sociedad más justa, más equitativa y más humana.
Lo cierto, es que llegábamos muy cansados de una crisis financiera que nos estaba dejando sin aire, sin aire a nuestra economía, a nuestros sueños y a nuestro presente. Con datos de paro atroces, y políticas sociales que no podían recortarse más, recorte tras recorte, empezaba a no quedar nada. El oxigeno se perdía en el individualismo del “sálvese quien pueda”
Y Barack Obama ganó, venció en las primarias y luego en las presidenciales. Recuerdo vivir aquella victoria en un desayuno junto a compañeros del despacho, recuerdo la ilusión en los ojos de casi todos, teníamos esa sensación que esta vez iban a pasar cosas de verdad, que el momento histórico era irrepetible, y éramos protagonistas del mismo, o al menos, actores de reparto en zona privilegiada.
Recuerdo como desde el primer momento, el Presidente Obama reivindicó a su mujer Michelle como un baluarte imprescindible en su carrera. Michelle desprende ternura, y al mismo tiempo, fuerza en su discurso, era inaudito el gran equipo que formaban como pareja, era imposible que fuera teatro, esta vez era real.
Como cuando reconoces a alguien, y le reconoces su honradez, su transparencia, su respetabilidad ganada con la palabra, sin amenazas, sin miedos. Con la fuerza del discurso de quien dice la verdad.
Y ante los que desconfiaban, manejó la economía interna como nadie nunca anteriormente.
De quien no se rinde ante un Congreso en contra, volviendo y revolviendo hasta conseguir sacudir los cimientos que parecían inmóviles e inmovilistas.
Y ante los que desconfiaban, manejó la economía interna como nadie nunca anteriormente, salvando primero a grandes corporaciones para mantener unas tasas de empleo estables, hasta dejar hoy la tasa de desempleo por debajo del 5%, un autentico milagro.
O en la rúbrica de la ahora maldecida Obama Care, cuando en realidad significa la primera reforma real para cubrir una necesidad vital para el 90% de los estadounidenses como es la salud, en un acto de valentía sin precedentes en la historia de los Estados Unidos. El también denostado cambio climático, que en realidad significa un peligro y una realidad en la que vivimos, fue siempre una preocupación para Obama, siendo consciente que la inmediatez es una victoria a corto, pero una muerte a largo plazo, esa que dejaremos a los que vienen, a nuestros hijos.
Sin olvidar el intento de restablecer las relaciones comerciales con Cuba, salvándola del ostracismo mundial. O como llegar a un acuerdo con Irán, que aunque fuera de mínimos, únicamente buscaba evitar la peor de las tragedias de amenaza nuclear.
Buscar siempre el acuerdo y consenso con la OTAN y el resto de aliados para enfrentarse a la lacra del terrorismo, lo que algunos llaman debilidad, para mi es la hombría de enfrentarse al enemigo en una mesa, de querer evitar muertes innecesarias que sólo engendran más odio, más muerte. Agotando siempre la vía del dialogo, de escoger crear puentes en lugar de destruirlos. De cambiar la testosterona por estrategia.
Y ahora, tengo la terrible sensación que los malos van ganando, que ha llegado Gargamel para quedarse, y que realmente los dirigentes de Occidente pecan hoy de soberbios y faltos de paciencia. Y nos encontramos en medio de un escenario oscuro, del que no podemos salir, nos toca seguir siendo espectadores aunque desearíamos estar en cualquier otro lugar, o al menos en cualquier otra compañía.
Y mi reflexión, mi emoción siempre me llevan al mismo lugar, aquel en el que un hombre como Obama no se rindió, y consiguió cambiar las cosas, por difícil que fuera el camino. Por rotos que estuvieran los puentes, por imposibles que fueran sus sueños. Y ese es el aprendizaje que le debo al Presidente Obama, y aunque me quieran hacer dudar, yo sé que no, que no es un producto de Marketing, ni endeble, ni oportunista. Él es de verdad. Y su legado, eterno.
Obama ha significado nuestra oportunidad para cambiar Occidente, y al Mundo. Y pasar de las bombas a la mesa, del egoísmo a la humanidad, del individualismo al equipo. Y sobre todo, del “es imposible” al “yes, we can”.
– Barack Obama –I believe in change because I believe in you