Las principales Entidades Financieras a nivel Europeo presentan resultados durante estos días, y como era de esperar, con fuertes reducciones en beneficios y una clara política destinada a provisionar posibles impagos.
Lo cierto es que la crisis del COV-19 acelera un escenario en el cual la Banca no despegaba. Tipos en negativo, estructuras sobredimensionadas y un claro agotamiento de la actividad industrial, ya auguraban un presente ciertamente de estancamiento en el negocio bancario que parecía ser para largo.
El golpe de la pandemia y la paralización de la actividad económica, han supuesto un nuevo revés en el negocio bancario, por un lado, la caída de la cotización en vertical, que nos expone ante una cotización por debajo que en crisis anteriores; por otro, el riesgo de impago que obliga a las Entidades a provisionar con importantes dotaciones sus balances para soportar el riesgo inminente y a medio plazo de impagos.
Bruselas, en el intento de seguir regando de liquidez a la economía, ha relajado las exigencias a la banca, invitándola a seguir ciertas recomendaciones que más bien son imposiciones, a las que se suma el BCE, que cree necesarias ante el escenario que nos acontece:
a) Limitar los Bonos y / o variables de los directivos de las Entidades Financieras y hacer una demostración de austeridad ante la crisis del COV-19.
b) Abstenerse de repartir dividendos. Aunque es evidente que el afectado es el accionista, debemos tener en cuenta que un segundo rescate a la Banca ante una crisis global como la actual, que afecta directamente a todo el tejido productivo, sería inconcebible.
Por tanto, con buen criterio, y esta vez alineados BCE y la Comisión Europea, se invita a las Entidades Financieras a un enfoque más conservador y austero en relación al pago de remuneraciones a sus directivos e invitan encarecidamente a la suspensión del dividendo, solicitando un esfuerzo unánime al crédito para que llegue al tejido productivo lo antes posible y poder recuperar la actividad económica.