Hace más de 40 años que cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. Este 2019 está dedicado a la lucha contra la contaminación del aire, que nunca hasta ahora había tenido unas concentraciones de CO2 tan altas y había provocado tantas enfermedades respiratorias. Se habla mucho de ello: los daños al planeta empiezan a ser irreparables y estamos entrando en un punto de no retorno. Es necesario aplicar ya una gestión sostenible basada en valores humanos, éticos y medioambientales. Se acabó el hablar, hay que actuar.
Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo dijo Gandhi. Nos encontramos actualmente en un momento de cambio radical en la forma de dirigir una Compañía, donde el compromiso de los líderes debe ser transparente y responsable en el desarrollo de políticas orientadas a la protección del medio ambiente y a ser socialmente responsables.
El cambio de paradigma es total, hemos pasado de basarnos en datos puramente de balance y negocio, a tener la necesidad, por imperativo tanto legal como ético, de incluir en nuestros objetivos el cuidado del entorno, del medio ambiente, la convivencia y sostenibilidad social. Las empresas y los ejecutivos que no lo entiendan, están condenados al fracaso.
Obligaciones que llegan para quedarse:
Compromiso real y tangible, implantando políticas de buen gobierno, basadas en la transparencia y responsabilidad ante su entorno. Centrando la atención en el cliente, logrando productos que se adapten a su necesidad a un precio asequible para su compra.
Pero no solo eso, la organización tiene la obligación de trasladar esa satisfacción a los beneficiarios en general, asegurando su permanencia de presente y de futuro. Implementando sistemas de gestión basados en las buenas prácticas, respetando el medio ambiente, asegurando mayor competitividad y un mejor desarrollo en las organizaciones.
Las empresas deben disponer de sistemas de gestión de calidad del producto, prevención en la seguridad laboral, y constantes planes de mejora e innovación que incidan en un mejor desarrollo propio y de su entorno. Deben buscar la excelencia tanto en el servicio como en la organización interna. Pasar del interés individual al colectivo, para acabar influyendo en un mejor resultado para la Compañía.
Además, es imprescindible una política de prevención de la contaminación que promueva la responsabilidad ambiental en todos los niveles de la organización y en sus relaciones con terceros. Las denominadas tecnologías limpias deberán reemplazar a las anteriores, dando difusión mediante la innovación en su constante implantación.
Necesario y rentable
Desde un punto de vista de pura gestión financiera, el excelente comportamiento de los fondos sostenibles ya no debe sorprendernos, sino subirnos al tren del futuro, donde nuestra cartera de inversión mantenga las mismas prerrogativas que las empresas de éxito, que son y serán sostenibles.
En este gráfico se visualizan los fondos sostenibles de tres gestoras internacionales a tres años:
- Nordea Climate invierte en empresas globales que se puedan beneficiar del fenómeno del cambio climático y de repercusión social. Resultado: una rentabilidad anualizada superior al 10% en los últimos tres años.
- Black Rock Sustainable invierte en empresas de energía sostenible, renovable y alternativa. Claramente un fondo sostenible con una rentabilidad anualizada del 5,45%.
- Pictet Water invierte en empresas de suministro de agua o que se dediquen a su tratamiento. Un fondo que supera el 7% Anual en los últimos tres años.
Es imprescindible que en el ADN de las organizaciones existan políticas empresariales basadas y orientadas a resultados económicos sociales y sostenibles y aunque cada vez más, hay más gestores de fondos que implementan políticas de gestión sostenible de forma recurrente y con mayor potencial en sus carteras, todavía se puede hacer más. Por necesidad y rentabilidad.