Lo cierto es que la crisis del COVID- 19 nos ha cogido desprevenidos a todos: a gobiernos, sociedad y mercados financieros. Además, a eso se une un cambio de ciclo que asomaba con fuerza en distintos datos productivos, tanto en occidente, como en mercados emergentes. Por tanto, el cóctel es muy dañino.
Hay que añadir también que otro hecho diferencial de esta crisis, que es de salud, es una crisis de pánico, tanto en las personas como en la sociedad en ella misma. Nuestros hábitos han cambiado de la noche al día y parece que estemos viviendo un apocalipsis digno de algún guion de Spielberg, una auténtica locura.
En mi opinión, estoy de acuerdo en que sí es una crisis distinta, pero es superable como las anteriores. Por suerte nos olvidamos bastante rápido de los episodios negativos que vivimos, eso es intrínseco a la condición humana. Pero hemos vivido un ataque terrorista sin precedentes en el fatídico 11-S, con personas suicidándose ante nuestros ojos, y recibiendo mensajes sobre el inicio de la tercera guerra mundial. Hemos vivido el mayor crash financiero de la historia, con quiebras de Bancos con máxima solvencia crediticia, augurando colapso financiero, hasta el punto que los cajeros estarían secos y no podríamos ni sacar dinero para la compra.
Hemos vivido caídas bursátiles superiores al 50% en cuestión de días, y lo cierto es que ha padecido muchísima gente, destruyendo riqueza que sería en parte irrecuperable.
Hay esperanza
Estos días en medio de los meteoritos diarios que auguran el fin del mundo, algunos de ellos disparados por economistas que llevan años prediciendo el fin del mundo sin éxito, o del mundo tal y como lo conocemos, existe una clara determinación de continuar con nuestro modelo económico. Así lo han demostrado los estamentos internacionales, tanto la FED como el BCE han anunciado medidas focalizadas a reducir la volatilidad y rebajar el nivel de pánico financiero.
Traduciendo las medidas a la economía productiva, significa no dejar seco el mercado de crédito, con una política de compras tanto de bonos gobierno, como de bonos empresariales. Permitiendo a las empresas subsistir y dando al mercado liquidez para no colapsarlo. Y eso se traduce en el intento de que se pierdan los mínimos puestos de trabajo posibles en occidente, comprando deuda y en consecuencia, aportando liquidez a las Compañías para la sostenibilidad de las mismas.
En Estados Unidos, se habla incluso de medidas que pueden parecer populistas, como los cheques para el consumo a los estadounidenses. Indirectamente es la inyección de un nuevo flujo de liquidez para el consumo con el fin de aportar ventas y pedidos a las Empresas americanas.
Estamos ante un estado de excepción, en que todas las medidas parecen pocas. La desinformación e infoxicación catastrófica poco fundamentada que llena las redes sociales no nos ayudan a discernir el polvo de la paja. La realidad es que es un pulso claro de Estados y estamentos económicos por darle la vuelta a la situación y poder salir reforzados de una crisis de salud sin igual en nuestros días, que seguro estudiaran nuestros hijos e hijas en la facultad.
Ser positivo, no es ser un Feliciano, es poner sobre la mesa las medidas reales que se están tomando. Sabiendo que una crisis siempre deja terribles consecuencias, el talento en nuestros investigadores y personal sanitario, unido a las medidas de los principales organismos económicos y estados por resarcir la situación es evidente y determinado.