El diario de un sueño: Bcn – Guinea Bisáu – Parte II

2017
7 febrero
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Os dejo con la segunda parte de mi experiencia en Guinea-Bisáu, que no será la última. Gracias por leerla sin cortapisas, con el corazón en un puño y sin miedo. Un abrazo y gracias a todos.

V – De Europa a África (de África a Europa)

Guinea lleva cuatro meses sin gobierno, los funcionarios no cobran, las escuelas no han empezado, los hospitales casi cerrados, la policía sólo se deja ver para pedir propinas o sobornos.
Desde la llegada a Guinea ya intuí cómo funcionaban las cosas, me pidieron abrir la maleta y evidentemente solicitud de primero propina, sólo unos pasos más adelante un policía militar me pide cash para un coffe literalmente. Metros después, antes de la calle, un funcionario se encarga de repasar las maletas (¡¡otra vez!!), éste pide otro café. Tres pagos en quince metros de distancia, dentro del aeropuerto de Bissau, y por medio de funcionarios públicos.

Al salir a la calle, no cesa el acecho al europeo con cara de euro. Aunque es comprensible, ésta vez, hombres jóvenes, en su mayoría, que se ofrecen a llevarte la maleta, simplemente acompañarte, hacerte de guía, etc. Igual de cierto, como que en ningún momento padecía a mi llegada, ni por mi integridad física ni por peligro alguno.

Con los inspectores de educación algo parecido. Repasaron con nosotros el material que íbamos a llevar a la escuela. No tardaron en contarnos la problemática de estar sin gobierno, sin sueldo, sin empezar las clases, sin nada.

Cuando alguien pide, a buen entendedor pocas palabras bastan. Nos agradecieron fervientemente nuestra implicación en la educación de los niños y adolescentes, pero también nos trasmitieron la dificultad del proyecto.

No sólo es dinero, son contactos, son comisiones, es la realidad de un país pobre sin más esperanza que la de simplemente sobrevivir, la de simplemente hoy.

“Kintino” es nuestro marinero, el segundo de a bordo del equipo de “Che”. Es un joven de 32 años, de mucha fortaleza física, siempre sonríe, siempre tranquilo. Muy capaz en su trabajo, y se le dibuja en el rostro un orgullo de pertenencia a su gente.

En nuestra salida de ayer, visitando islas cercanas, nos pidió ir a visitar a su familia y poderles acercar algo de víveres, a lo que, evidentemente, accedimos.

Nuestra llegada en la barca tuvo una recepción multitudinaria. Kintino tiene cinco hijas de tres mujeres distintas, imaginaos la cantidad de gente que nos esperaba.

Estuvimos hablando con ellas, estaban exultantes por los regalos y la comida, y sobre todo por ver a su padre, que sólo puede visitar a su familia una vez cada quince días, cuando le dan el día de descanso laboral.

Él se siente orgulloso de poder mantener a su familia. Recorrieron 7 km desde la aldea hasta la playa para recibirnos, para recibir a Kintino, para recibir al padre, marido y marino que mantiene a su aldea.

Me gusta la gente de sonrisa limpia, que la regala sin esperar nada a cambio, que vive intensamente y se enorgullece de su papel. Kintino representa el orgullo de un país que intenta sobrevivir a diario.

Una de las hijas de Che nació con un problema grave en los pies, los tiene torcidos hacia dentro, como su estuvieran en permanente cuña. Sólo la he visto en foto, mañana la conoceré, ya que es alumna de la escuela Concha’s School (el nombre de la escuela, que la puso Rafa, en honor a su madre que se llamaba Concha).

Pues bien, Rafa vive esperanzado en llevarse a la hija de Che a Barcelona para que la puedan operar de los pies. Para ello, como lleva meses luchando con la Administración Española hasta conseguir el consentimiento del Hospital de Sant Joan de Déu.

Cuando parece que todo está solucionado, aparecen los problemas en Bissau para conseguir el pasaporte y visado para la niña y su padre.

Ayer Rafa consiguió hablar con Domingo’s Pereira, es el principal opositor del presidente actual para gobernar el país, nos aseguró ayuda, aunque me he dado cuenta de que, en lo que a África se refiere, los tiempos son otros, y la paciencia es el mejor acompañante para obtener pequeñas victorias, como será poder operar a la hija de Che en Barcelona y darle la oportunidad de tener una vida digna.

Che es un hombre corpulento, de mirada aniñada y muy inteligente. Está muy bien visto en la isla, es de las personas importantes. Él y Rafa ya son grandes amigos. Además Che habla un perfecto francés y eso hace que se comuniquen a la perfección.

Es amable, y aunque es el capataz de la gente que trabaja en la isla, tiene siempre buenas palabras para su gente, es un hombre que ayuda, un referente en la Isla.

Hoy Sonia me ha explicado la historia por la que Laurent consiguió una concesión de la Isla Kéré por 99 años. Laurent era militar, según nos cuenta, algo parecido a un sargento. Después de viajar por tercera o cuarta vez a África, Laurent sufrió malaria. De una virulencia tan salvaje, que le dejó en coma durante quince días. Según Sonia, nadie esperaba su recuperación, pero ocurrió algo parecido a un milagro y Laurent recuperó la consciencia. Tuvo que volver a aprender, a hablar, moverse, gesticular, incluso el sentido del equilibrio, pero “eh voile au” como dirían los franceses, Laurent resurgió y empezó a tomar decisiones; La primera, abandonar su carrera militar. En realidad a él Europa ya no le fascinaba y deseaba volver cuanto antes a África. A Laurent, la pasión por las misiones y la cooperación le venía de sus padres, y sentía que debía regresar donde se sentía vivo.

Finalmente, pudo acogerse a una ley francesa que te permitía recibir una indemnización por renunciar a tu carrera militar, por exceso evidente. Laurent no lo dudó un instante, obtuvo la indemnización y partió destino a Bissau. Estuvo visitando distintas islas pero se enamoró de Kéré.

Como en todas las grandes historias, existen dificultades para poder establecerse en Kéré. La más importante, es que está considerada una isla divina, y eso significa que no puedes construir ni permanecer muchos días en ella.

Laurent realizaba distintas obras y ofrendas para poder permanecer, y lo consiguió, pero de construir nada…

Se refugiaba en tiendas de campaña y pescaba para sobrevivir y, poco a poco, ir construyendo su sueño. Hasta que un día, ocurrió… apareció en una embarcación el Rey (cierto, hay reyes que gobiernan las islas) con una de sus hijas embarazada. Había roto aguas y le resultaba imposible llegar a Bissau. Le pidió ayuda, y Laurent, con ayuda de una de las mujeres de la isla, la ayudó a tener al bebé. Como agradecimiento al acto de Laurent, el Rey le permitió edificar en la isla de Kéré, y concederle la explotación de los siguientes 99 años.

Laurent y Sonia, siguen día a día construyendo su sueño, del que ya es un lugar de referencia para pescadores, gente de Bissau que huye del ruido y turistas o cooperantes que llegan a África para poner su granito de arena para la construcción de un país en el que su gente pueda vivir.

La esperanza de vida en África es de 45 años, y eso determina el carácter de su gente. Lo que más valoran es la inmediatez, el poder disponer hoy de recursos para alimentar a los suyos, pase lo que pase mañana. No pueden permitirse los proyectos a medio plazo, y eso del porvenir lo ven muy lejano.

Por ésta razón, y añadiendo la falta de cultura, las mujeres empiezan a tener hijos a los 15 años y es normal, tener entre cinco y siete hijos por mujer. Es evidente que el valor que le dan a la vida es otro, aunque os aseguro que el amor por lo hijos es infinito.

VI – Unhocomozinho

Nos hemos levantado muy temprano. Debemos desayunar al galope, ya que saldremos en unos minutos hacia la isla, en la que Rafa inauguró no hace mucho su primera escuela, y tiene como proyecto, una segunda en breve.

Desde las 7 de la mañana llevamos ordenando las distintas bolsas con el material escolar, y también el material deportivo. Balones y camisetas del Barça, esa que vestía de UNICEF en la parte delantera de la camiseta, cuando era de verdad. Todo está listo y cargado en la embarcación de Che, que nos llevará a cumplir el sueño de 100 niños y sus familias que nos esperan con anhelo, aunque, no dudéis que la suerte es nuestra.

Salimos, Che nos espera.

Ayer al regresar, un pude escribir. Llegamos pasadas las nueve de la noche, exhaustos física y psíquicamente. A las ocho y media de la mañana tomamos camino a la isla, eran dos horas de viaje. Cargados con todo el material escolar, y también el deportivo. Yo había comprado en Barcelona, unos balones de fútbol, y recopilado mis camisetas del Barça, que Che iba a regalar a los profesores de las escuelas de las dos islas que visitaríamos.

Estaba nervioso, casi no pude desayunar. Sentía que sería intenso, de mucho desgaste emocional, pero al mismo tiempo no encontraba el momento de llegar, tenía prisa. Prisa por vivir.

No nos esperaba, Rafa no quería recepciones especiales, y le pidió a Che que no avisara de nuestra llegada.

Para la gente de Unocomonzinho, Rafa es un enviado divino que les ofrece la posibilidad de salir adelante como puebla y mantener alguna esperanza de vida.

Al llegar a la playa nos esperaba parte de la familia de Che.

Para llegar al poblado hay que andar 2 km, ya que los poblados siempre están en el interior de las islas. Me contó Rafa, que la razón de construir en el interior, era evitar en el pasado las múltiples conquistas de distintos ejércitos y militares, en muchas ocasiones europeos.

El Sol nos abrasaba, y aunque nos ayudaban, íbamos muy cargados de material, fue un camino duro sólo mitigado por la emoción de la llegada.

Al llegar, encontramos a algunas mujeres del poblado que habían ido al pozo a buscar agua, los niños se fueron acercando a saludarnos mientras el profesor de la aldea abría las puertas de la escuela.

Estaba nueva, alguna pequeña humedad en los techos, pero las aulas estaban nuevas, con sus pupitres de madera, pizarras y el resto del material para poder empezar inmediatamente las clases. Sentí un profundo orgullo por Rafa y al instante, como un tsunami de emociones, lo entendí todo.

Primero nos encargamos de ordenar cada foto por grupo familiar, junto con la bolsa con el material escolar; una libreta, 12 lápices de colores, una regla, un sacapuntas, una goma de borrar, junto con un libro de caligrafía.

Mientras Che realizaba la selección de fotos y así ordenar las bolsas. El profesor de la escuela y  yo íbamos pegando en la pared distintos mapas, tanto de la zona de Guinea como mapamundi. Lo más especial fue colgar de la pared principal el poster con la foto de todos los niños inscritos en la escuela.

Los niños estaban emocionados, ilusionados con nuestra llegada y con sus regalos. Como yo me había encargado de traer el material deportivo, regalé al “jefe del pueblo”, algo así como el alcalde, una camiseta del Barça de Balonmano que en su día me regaló Enric Masip siendo por aquél entonces el Director técnico de la sección. De esa dirección y composición que hizo Enric, surgió el mejor Barça de la historia desde que Enric jugó en aquel maravilloso Dream team. Yo tenía la seguridad de que Enric estaba encantado de que esa camiseta fuera para el responsable del pueblo, que con tanta ilusión la recibió. Además, de alguna manera, sirvió para fortalecer el compromiso para que velara por el funcionamiento de la escuela.

Al ver a los chicos tan exultantes, les propuse ir a jugar un partido de fútbol, y fue todo un éxito la propuesta.

La imagen de 30 niños detrás de un balón en medio de una plaza sólo de arena y dos porterías improvisadas con cuatro palos de madera, es de las más bellas imágenes que recuerdo.

Y lo es por la sonrisa de los niños viviendo con intensidad cada pase, cada regate como si fuera el último. Vivir con intensidad ya tiene significado después de ver a los niños de Unocomonzinho jugar a fútbol.

Luego estuvimos con Rafa y Che escuchando a las madres del poblado. Lo cierto, es que ellos los pasan peor que los varones. Son más sacrificadas, tienen un amor incondicional por sus hijos y desean un futuro mejor.

Los varones estaban situados en círculo en la plaza, bebían de un licor que obtienen de una planta del lugar. La imagen de los hombres, medio ebrios a la sombra de algún árbol es una imagen muy fidedigna de la desigualdad hombre-mujer que existe en Guinea.

Hay una historia que me impactó de sobre manera, por la ternura y desesperación de la madre al contarme que su pequeña, que tendría año y medio, sufría una profunda infección  en su oído derecho, donde había desarrollado todo tipo de eccemas de tanto rascarse, debido al picor y el terrible calor que sufren en ésta época del año (en Guinea han terminado las lluvias y ahora es extrema verano).

Debíamos administrar pomada antibiótica de forma inmediata, sino la pequeña Yasmín moriría a las pocas semanas o en pocos meses.

Piensa que la isla está a más de tres horas de la capital, Bissau. Y no hay posibilidad de tener hospital ni urgencias, ya que no hay energía, por tanto, las medicinas, perecerían a los pocos días. No hay nada.

Estuve hablando con la madre del tratamiento, y le prometí que nos íbamos a encargar de conseguir el tratamiento para Yasmin, y la salvaríamos seguro.

Más tarde, diversas madres, me hablaron de la necesidad de ropa de deporte para los niños, ya que les insistí, mucho, en que los niños debían dedicarse a jugar, a correr y disfrutar como lo estuvieron haciendo durante el improvisado partido en la plaza.

Por ello, las madres tenían razón, necesitaban unos mínimos para poder hacer deporte sin hacerse daño.

Y así será en el próximo avión con material para la escuela llegaran equipajes completos para los niños, también para las niñas que me pidieron un balón para ellas, porque también querían jugar al fútbol, ¡Sólo faltaría! Será el dinero mejor gastado del mundo, aquel que se invierte en ilusión y esperanza. Siempre es la mejor inversión.

Estuvimos también con Mabel, la hija de Che que sufre una dolencia terrible en los pies, los tiene curvados desde el tobillo hacia adentro, como si estuvieran literalmente doblegados, y ello le impide apenas andar.

Rafa quiere conseguir el pasaporte ella y Che, y operarla en Sant Joan de Déu, conocer a Mabel, una niña de apenas diez años  es una de los recuerdos más impactantes que me llevo de África.

Rafa tenía razón, cuando empiezas el camino de África, el compromiso emocional que adquieres al instante es tal que ya no vas a poder desentenderte jamás, ya no basta con el ingreso mensual a una ONG o alguna fundación, ya no basta con eso. África te engancha desde la esencia y ya no te suelta.

VII – De Unhocomozinho a Unogrande

No habían terminado las visitas, ni el mecenazgo, es así como define Rafa su función en África, como la de un mecenas, ya que lo hace a título personal, sin intermediarios, sin filtros.

Unogrande es una isla más extensa y poblada. Tiene varias escuelas, aunque en un estado deplorable. La idea es montar una segunda escuela allí, pero siempre que funcione en Unocomonzinho. Es importante obtener resultados de progreso, por pequeños que sean, es esencial avanzar, y tener la certeza de que el camino es el correcto.

Llevamos con nosotros material escolar, y también deportivo, allí hay más profesores que se dedican al cuidado de la isla.

Hice rápidamente amistad con Fidel, un hombre de 34 años, ya con cuatro hijos de dos mujeres distintas, salvando el prejuicio de que es una “irresponsabilidad” en la procreación que hay en África. Debemos tener en cuenta que es fruto del analfabetismo, incultura y sentido de supervivencia.

Existe el pensamiento de que si tienes mujeres e hijos cuidaran de ti cuando ya no puedas trabajar, teniendo en cuenta que todos los trabajos son totalmente físicos como pescar, cultivar y talar madera. Por lo tanto, tener hijos para garantizarse dinero y cuidado cuando no se valgan por sí mismos. Es cierto, parece un pez que se muerde la cola. Sin recursos, con tal índice de extrema pobreza, parece una aberración ésta postura. Pero la única manera de cambiarlo es con educación, con escuela, con cultura. Con herramientas que les permitan pensar en el porvenir, en mañana en lugar de hoy, en lugar de ahora.

Fidel es un enamorado del Barça, y le regalé una de las camisetas, como responsable de la isla, junto a los profesores y al “jefe” del poblado que también recibieron una.

Me contó Fidel que tiene cuatro hijos, de entre ocho y dos años. Tiene dos varones y dos niñas, al menor le ha llamado Neymar en honor, me dice, al delantero del Barça.

Mientras volvíamos al puerto para volver a Kéré, me contaba que no hay trabajo, que no hay nada. Que se limitan a pasar los días, intentar comer algo y “aprovechar” cualquier oportunidad que le surja. Como ir a pescar de vez en cuando o talar maderas para poderlas vender para construcciones.

Fidel es un hombre orgulloso de su tierra, pero está perdido, no sabe, ni tiene herramientas para intentar algo distinto, para conseguir un presente.

Somos casi de la misma edad, y yo he conseguido lo poco o mucho que tengo según quién y cómo se mire, gracias a las oportunidades que me han brindado mis padres en primer lugar, y la parte del mundo donde, afortunadamente, me ha tocado nacer. Quien no crea en la suerte, le invito a que se dé una vuelta por la isla de Unogrande y se dará cuenta de lo que es ser un privilegiado.

Por eso soy de los que piensa que tenemos una responsabilidad para con la vida. La obligación de ser felices, de buscar nuestro propio camino, de amar aquello que hacemos. De amar con locura con quien compartimos nuestra vida y nuestros sueños, hay una interminable cola de personas que darían lo que fuera por ocupar nuestro lugar, de ahí nace nuestra responsabilidad. Nuestra obligación.

Al llegar a la playa donde nos esperaba la embarcación le di 50 dólares a Fidel, sabiendo que poco solucionaba, pero el gesto y su sonrisa de agradecimiento fueron suficientes para crear una química especial entre dos personas, de parecida edad, pero de mundos tan distintos…

Espero volver a verle, que podamos de nuevo hacer “unos toques junto al balón” y, quizás, inaugurar una nueva escuela en condiciones en la isla de Unogrande.

Era tarde, debíamos regresar a Kéré, la noche se cerraba. Y es desconcertante seguir en la embarcación, en medio de la nada. Sin ninguna luz más que la Luna, sin más embarcaciones que la nuestra y sin un solo avión sobrevolando las islas. Que están abandonadas, del todo. Tanto por occidente, como por su propio “des-gobierno”. No existen para nadie, sólo para ellos mismos, tan sólo se tienen a ellos mismos y su entereza para sobrevivir hoy, un día más.

No lo sé, quizás sería mejor decirles que abandonaran las islas, que intentaran un futuro en Bissau o en otro lugar. Pero precisamente ahí reside la lucha, el gran reto. Conseguir que por ellos mismos puedan salir adelante en su isla, en su vida, que realmente es lo que ellos mismos anhelan.

Creo que de las mejores ideas que tuvo Rafa, fue traer recortes de prensa en los que se relataba la tragedia de los que intentar a diario  llegar a Europa.

A ellos no les llegan las desastrosas noticias de muertes en el mar. Para esta gente, Europa es prosperidad y trabajo, es lo que les dicen las mafias, muchas veces con el beneplácito del gobierno, para que emprendan el viaje, quedando endeudada la familia durante el resto de sus vidas. Un negocio que conlleva odio y muerte. Odio de Occidente aterrorizado por su propia decadencia y culpa al inmigrante de todos sus males y de la muerte de personas que mueren de hambre en su propia tierra, o en el mar en busca de una quimera irreal llamada Europa.

Rafa les habla de cultivar su tierra, de higiene, de tener menos hijos, de la educación, de la sanidad. Les habla de crear una oportunidad dónde ellos viven.

Ésta oportunidad hoy ya tiene nombre, es la isla de Unocomonzinho.

Llegamos destrozados a Kéré, a oscuras, sin demasiado aliento. Yo emocionalmente, en estado de shock y con unas incontrolables ganas de llorar. Esa sensación de haber pasado días reprimiendo el llanto, mezcla de impotencia, indignación y pena.

No podía más, creo que tomé una pieza de fruta, me disculpé y fui directo a la cama. No pude leer, no pude escribir.

No recuerdo dormirme, el momento en que dejé de fusilarme con un millón de preguntas sin respuesta. La principal sigue siendo, ¿por qué existe tal injusticia que no te da la oportunidad ni de empezar una vida digna? ¿Quién puede permitir que ocurra? Si mi Dios lo consiente, ya no lo quiero, ya no le escucho.

VIII – Caravela

Cuando despierto, siempre hay algo que nace, quizás el estado de ánimo, quizás el sol que da una nueva oportunidad.

Necesitábamos el tratamiento para Yasmin y otras dos niñas con infecciones cutáneas graves. Che nos hablo de Caravela, una isla cerca de Kéré, donde había un hospital con enfermero, donde quizás pudiésemos comprar el tratamiento.

Cuando el plan es salvar a Yasmin, el día mejora. Sacas fuerzas para sonreír y preparar la mochila para dirigirte a la isla. Aunque el sol te castiga sin compasión y el ambiente sea desértico, algo mejora, algo iba a mejorar.

Yo estaba realmente cansado, con esa sensación que tienes cuando vas muy justo, las fuerzas te llegan para ir tirando, y sólo la ilusión de saludar a aquella madre y su hija compensa el día. Tenía la piel quemada literalmente, me había hidratado, y me daba crema de protección total  a diario, pero el sol atroz cuando no entiende demasiado de protección ni de cremas. A eso tienes que añadir que la embarcación no cuenta con ninguna lona en cubierta, por lo tanto, estábamos totalmente expuestos. Además, del sudor, me habían aparecido sarpullidos en la espalda, mucho picor y poco remedio. Lo de menos el estómago que asomaba algún complicaciones en el baño, pero lo comíamos todo cocinado y fresco del día, lo que pescábamos, nada que decir. Pescado azul, bien alimentados, demasiado “sanos” para nuestros paladares precocinados de occidente.

Nadie nos esperaba en la isla de Caravela, se acercaban niños pidiendo alguna foto. Es increíble como les gusta verse retratados en la cámara, como sonríen y posan enloquecidos por verse. Rafa, que lo sabía, fotografió en su anterior viaje a cada uno de los niños de Unocomonzinho y les regaló su retrato plastificado a cada uno cuando estuvimos con ellos.

No podéis imaginar la alegría y el orgullo de los pequeños y sus familias.

El puerto de Caravela es una zona de playa medio abandonada, puedes contar con 6 o 7 embarcaciones con motores muy simples, que sirven para salir pesca y autoabastecerse. El aspecto de la aldea recuerda a una de esas películas del oeste pero sin casas ni construcciones. En su lugar, chozas fabricadas a mano con tierra y agua, y cubiertas de aluminio barato, para evitar en épocas de lluvias se deshagan en el fango.

En nuestro paseo buscando el hospital, nos encontramos con la “pescadería”. Se trataba de la exposición delante de una de las chozas, de piezas de pescado al sol, seco y cubierto por completo de moscas que no te permitían ni discernir de qué pescado se trataba.

La desazón al ir avanzando nos contagiaba, y cada vez veíamos menos claro encontrar las medicinas que necesitábamos. Al final dimos con el enfermero de la isla que nos condujo hacia el hospital. Al llegar, se apoderó un cierto desánimo de nosotros al que llegábamos visto lo anterior.

Una construcción, algo más lograda, estructura de cemento, pero sin instalaciones. Contaban con gasas y algún sucedáneo de alcohol y poco más. Una camilla rota y una mesa llena de utensilios la cubrían. Sin luz ni electricidad. Podía tener muchos nombres aquél lugar, muchos, menos el de hospital.

Evidentemente la respuesta del enfermero la esperábamos, no tenía el medicamento antibiótico necesario para curar a los niños. Necesitábamos una solución y tampoco teníamos demasiado tiempo. Entonces el enfermero nos propuso que si podíamos financiar parte de los medicamentos que se necesitaban en Caravele y el transporte hasta Bissau, él mismo iría y le entregaría a Che el tratamiento para los niños de Uncomonzinho. Accedimos de inmediato, entregamos la cantidad necesaria para los medicamentos y el transporte de ida y vuelta a Bissau. Teníamos claro el éxito de la operación, ya que Che es una persona que se ha ganado durante cuatro años la confianza de Rafa con hechos, no sólo palabras. Y que él estuviera en el control y entrega, nos aseguraba que los niños recibirían a tiempo el tratamiento.

Hoy, un día después, Che nos ha confirmado que los niños han recibido los medicamentos y se les ha aplicado el tratamiento. He llorado de emoción, como cuando las cosas del corazón  salen bien.

Recuerdo como un latigazo la cara de la madre de Yasmin cuando me contaba apenada la dolencia de la pequeña. Sólo imaginar el alivio de esta madre al ver llegar a Che con las medicinas, compensa el terrible cansancio que siento en mi último día en África.

Sentirse en plenitud tiene que ver con dar, no con recibir. Hoy lo sé. Y siento un orgullo emocional inmenso por haber tenido la oportunidad de conocer un país que pide urgentemente socorro para poder empezar de nuevo. Haber podido contribuir a intentarlo, es uno de los mayores orgullos vitales que jamás he sentido. Percibir, además, el respeto y el cariño de sus gentes me ha tocada el alma, de tal forma, que sólo sé que mi compromiso y responsabilidad para ellos nunca morirá mientras viva.

Ésta última noche en África ha sido dura, como una gran resaca de cuerpo y mente, física y emocional.

Una parte de mi necesita regresar, descansar, abrazar a los míos, contarles que tenemos que volver con más ilusión si cabe.

Que debemos celebrar cada día la fortuna de las posibilidades  que tenemos a nuestro alcance, y nunca jamás dar la espalda a aquellos que nos necesitan. Eso es de necios, de mediocres, de muertos en vida que se oscurecen y se destiñen a diario, refugiados en el egoísmo de quien no respeta al ser humano, del que no se respeta a sí mismo.

Esos pobres desgraciados e infelices, aquellos que no hacen más  que malgastar sus vidas entre el odio y el rencor al prójimo y se miran al espejo sin honestidad, porque son incapaces de reconocerse humanos. Ellos, pobres desgraciados, que morirán solos o rodeados de buitres al acecho deseando su muerte. Esos pobres desgraciados sin alma, no perderé ni un segundo más con vosotros. Ni uno más de mi nueva VIDA.

2017
7 febrero
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1 comentario

  • Gracias Marc por como eres y por lo que haces, uno se siente orgulloso de ser tu amigo y entiende todo lo que haces por los demás.Este viaje que cuentas me llena de tristeza y alegría, tristeza por comprobar que nuestro mundo no ha adelantado nada y alegría por ver que gente como tu esta dispuesta a ayudar.Agradeceros a todos los que hacéis posible que todavía quede un poco de esperanza ante este aluvión de insensatez que llena nuestras vidas. Tus hijos no ahora que quizás desean demasiado pequeños para darse cuenta pero te garantizo que sabrán siempre quien es su padre. Un abrazo
    P.d. si en algo puedo ayudar no lo dudes.

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