Hace unos días hemos vivido una corrección en los Mercados financieros que nos ha dejado casi sin aliento. Y aunque lo esperábamos todos ( quizás no tan vertical), y aunque seguramente sea sano para devolver coherencia a los precios, sigue dejándonos con la sensación de paso cambiado, de “esperada” sorpresa.
Únicamente una inversión cumple con las expectativas cuando se realiza con el horizonte de tiempo razonable para digerir todas las situaciones, y analizar su comportamiento ante cualquier adversidad.
Cada vez, tengo más claro que en la vida, como en las inversiones financieras, los atajos no sirven. Y aunque la tentación existe, y los oportunismos parecen que esperen en cada esquina, tan sólo se trata de espejismos, además, en la mayoría de las ocasiones, banales, baratos y de cartón piedra.
Los mejores empresarios que he conocido, llevan en su empresa más de una década, todos ( sin excepción) son los primeros en llegar y los últimos en irse a diario. No creen en la empresa, sino que viven por ella, por el proyecto, por el presente, por el futuro. Y no confundamos, no son tiranos, ni avaros, ni ególatras. Son siempre los que más trabajan, los que más arriesgan, los que más se apasionan, y así, contagian al resto, y de ahí al triunfo.
Los ganadores son fondistas, que no necesitan fotos, ni escaparates. Que en cada negociación, la humildad es el principal guión, y el éxito nunca es fruto de un pelotazo, sino del tesón y la piel en su proyecto.
Aquellos que además detectan el talento, lo aprecian y lo promueven. Que son generosos ante los errores y los reconocen como propios. En los que la recompensa es saberse ganadores por amar aquello que hacen.
Ya no sirven los cien metros, si es que sirvieron algún día… los fondistas que no se distraen ni creen en fantasmas consiguen sus metas, y cada día estoy más seguro que ahí esta secreto. Y de ahí surge la magia, de quien no necesita trucos.