Y entonces te das cuenta que las cosas empiezan a encajar. En 2010, después de las locuras cometidas por ejecutivos sin escrúpulos, muchos nos quedamos sin futuro y un presente al que no queríamos pertenecer.
Sentíamos que no podíamos permanecer allí, jugando a su juego, bailándoles el agua en un sector que se había deshumanizado para siempre y sin remedio.
Nos reuníamos en salas con poca luz hasta rozar la madrugada, diseñando nuestra nueva vida. Cambiando las piezas de lugar sentíamos que podíamos cambiar las reglas del juego. Nos abrazábamos al sentir el escalofrío de tener la posibilidad de conseguirlo. Ocupábamos las horas y horas de reuniones en hablar de personas, de cómo acompañarlas, de como protegerlas, de como sostenerlas…
Era cambiar de lugar en la mesa, pasar de estar enfrente a estar al lado. Pero con un compromiso sin fecha de caducidad, de esos en los que no hace falta firmar contratos. En el que la propia firmeza de proyecto se transmitiera desde la misma piel. En la mirada firme, directa, sin filtros, sin titubeos, emocionada y llena de verdad.
Y un día del mes de mayo de 2013 le dimos nombre al sueño. Y fue como volver a nacer, sacudirnos el lastre de la derrota y el engaño para empezar otra vez. Esta vez ningún paraguas nos iba a cubrir de los días de lluvia, esta vez no íbamos a ofrecer algo que no entendiéramos, o en lo que no creyéramos. Esta vez el culpable era yo. Seriamos sólo nosotros. Como días de lluvia sin paraguas, preferíamos escoger el camino desconocido pero nuestro, construido desde la experiencia e ilusión. Desde la pasión del que sabe que el camino es duro, pero correcto. Como cuando el instinto no falla, golpe certero.
Y pasaron los meses y nadie desfalleció, y las miradas no perdían la magia de quien cree en aquello que hace. Y aprendíamos famélicos de saber más, celebrando los éxitos de quien está en el mejor de los equipos, ayudando a crecer y levantarse tras un error, con la lección aprendida y dispuestos a seguir.
Con la firme promesa de no abandonar nunca la esencia, los orígenes de cuando nadie creía en nosotros. Cuando sabíamos que hacer las cosas bien no sería suficiente, que sólo valdría hacerlas excelente. Que no podíamos conformarnos nunca, que nuestra elección no era profesional, era vital. Ser independiente para no volver jamás. Que la siguiente equivocación seria por algo en lo que creyéramos y no por lo que alguien impusiera. Que nuestro interés único sería el cliente, al que nunca más trataríamos como tal.
La pasión por proteger un sueño, por trasladar que la gestión del patrimonio financiero representa el ahorro de una vida, o el sueño para los hijos, o la esperanza de la vejez, o la herencia para un mundo mejor o simplemente la quimera de un viaje por hacer. Por eso, sólo hablamos de personas. Por eso, nos sentarnos al lado, por eso acompañamos y no sólo atendemos, por eso sentimos y no sólo estamos, por eso confiamos y no sólo servimos….
Y en 2015 nace una nueva apuesta vital, un paso hacia el sueño de hacer lo que planeábamos en tardes en las que sólo imaginarlo nos emocionaba. Y surge la Agencia de Valores, y de nuevo la magia de no romper nuestro compromiso con nosotros mismos. Seguir haciendo aquello que nos apasiona como la primera vez, poniendo en valor la experiencia para salvar las piedras en el camino. Esta vez, con determinación saber que el camino no era sólo el correcto, era el único.
Que la temeridad no era dar el paso y salir de la zona de confort, que la temeridad era quedarse en el sitio, quietos, sin avanzar, sin esperanza, sólo dejando que la ola nos cubriera hasta quedar sólo arena.
Y aunque os parezca una exageración, cuando un proyecto es parte de tu vida, de tu piel, de tu alma, sólo puede salir bien.
Y lo volveremos a hacer, con un punto y seguido para coger más impulso, más fuerza y determinación por seguir adelante. Con la certeza de que el futuro en la protección del patrimonio de las personas sólo tiene sentido desde la independencia en la gestión, la experiencia, la transparencia en los riesgos y costes, y la pasión por no querer perder jamás la esencia.
Sin trucos, sin prisas. Como cuando las cosas salen bien, como cuando las imaginábamos en aquel cuaderno de espirales, con la seguridad de la confianza de quien te escoge entre muchos, y valora que te sientes al lado, para siempre. Sin dudas. Sin falsas promesas. Confiando en un compromiso mutuo de quien decide avanzar en la misma dirección.
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