¿Cómo pueden llegar a caer aquellas grandes empresas que pierden el foco en su propio negocio para revertirlo únicamente en el interés del mercado? Aunque a corto plazo pueda parecer una buena estrategia, buscar solamente el interés del mercado acaba pasando factura al propio negocio hasta hacer desaparecer el interés del inversor.
Me contaba a finales de la semana pasada un cliente que pertenece al Consejo de una empresa que cotiza en un mercado de primer orden, que las compañías que cotizan tienen un mal endémico, que tal cómo evoluciona el mercado resulta cada vez más grave y difícil de resolver.
Se trata de la clara desfocalización en el propio negocio para conseguir a cualquier coste mantener e incrementar el valor bursátil de la Compañía. Nos situamos, pues, ante este paradigma: cada vez importa menos si las medidas que se toman desde los Consejos de Administración de las grandes compañías son o no son buenas para el negocio en sí, sino cómo las interpreta el mercado, y qué impacto tienen para el inversor.
Eso nos lleva a diferentes conclusiones, que pueden ser exponente de la forma de liderar estas compañías: la primera es el cortoplacismo en el que viven. Contando que cada trimestre las compañías ofrecen resultados de explotación, el foco continuo al mercado e inversor es constante. Pasamos de una empresa que debería estar inmersa en proyectos de horizontes temporales medios, inmersa en inversiones de medio a largo plazo, a tener que dar resultados cada tres meses y gestionando el corto plazo como un activo indispensable para la supervivencia de la empresa. Lo urgente, sobrepasa en todo, a lo importante.
La segunda conclusión es que, es evidente, vivimos en un entorno de máxima especulación. El inversor quiere obtener el máximo rendimiento de su patrimonio en el mínimo tiempo posible, y eso nos deja con el deber como empresa, de contentar constantemente al inversor. Es cierto, existen estrategias de inversores a medio, largo plazo. En mi opinión, Warren Buffet representa el mejor ejemplo de quien cree en una empresa, y no se ciega ni por el “momentum”, ni por la ambición especulativa. Su única obsesión es la empresa y su razón de ser y el futuro de lo que hace y lo que crea.
Es evidente que permanecer en la inversión de una empresa ganadora es mucho más fructífero que la gestión especulativa. Beneficio por precio de acción en los últimos 10 años, con un rendimiento Anual del 28,38%. En este gráfico se ve un ejemplo:
Si dejamos al inversor un segundo y nos centramos en la empresa: ¿cómo puede seguir acudiendo al mercado buscando mayor capitalización, recursos, solvencia, y no estar sometida a los vaivenes del mercado? ¿Cómo no estar esclavizada por el siguiente dato, el siguiente balance, o por si se cumplen o no las expectativas de crecimiento?
Seguro que no existe una respuesta ganadora, las distintas visiones nos darán distintos resultados, seguro. Pero me quedo con las tres características que creo que aúnan el éxito de las empresas que consiguen superar crisis, volatilidades, y persisten en un modelo de negocio sostenible en el tiempo.
- La primera es la vocación de servicio al cliente. Son empresas que entienden y saben crear nuevas necesidades para el cliente, para el consumidor Llegan al centro de la necesidad, se convierten en indispensables e insustituibles, y eso, a mi modo de ver, es vocación de servicio.
- La segunda es la persistencia en el modelo de negocio, pero con la capacidad de transformarse continuamente, donde el I+D+I juega un papel fundamental en la compañía y en el cual la apuesta por el talento y el capital humano es esencial.
- Y la tercera, y no menos importante, la capitalización de las empresas. Aquellas que inflan el dividendo para captar más capital, o para evitar una huida, corren el riesgo de no poder hacer frente a los desafíos de una economía real en continua transformación. Por tanto, quedarse obsoletas.
Vamos a hacer un ejercicio de imaginación. Pensad en esa panadería a la que vais cada mañana o cada tarde a buscar nuestro pan favorito; imaginad que el pan que tanto os gusta va perdiendo calidad y en cambio va mejorando el decorado del escaparate. Ahora la panadería solo se centra en intentar que entre más gente a consumir, mientras el servicio es cada vez peor. Y además nadie renueva el horno donde se cuece el pan, que es de hace 50 años, y sí que hay en cambio nuevas luces y nueva señalética en el escaparate que únicamente iluminan el exterior. Imaginad que hasta ofrecen pan gratis, aunque cada día caen las ventas, la calidad y el margen de beneficio.
Pues bien, dejemos de imaginar… hay empresas cotizando o en índices de primer nivel que han convertido esta estrategia en su modus operandi. Y ahí es donde lo realmente importante pasa a un segundo plano.